El 2 de mayo se celebra el Día Internacional contra el Acoso Escolar. Una jornada que debe servir para concienciar sobre la relevancia de un problema que atañe a niños, niñas y adolescentes, pero que no por eso es menor. De hecho, sus terribles consecuencias se prolongan a veces, para quienes lo sufren, durante años o incluso décadas. Para evitar esto, debemos empezar por hacernos algunas preguntas:
¿Qué es el acoso escolar?
Toda forma de maltrato físico, verbal o psicológico que se produce entre escolares de forma reiterada y sistematizada en el tiempo. Son situaciones, acciones y conductas en las que uno o más alumnos o alumnas insultan, difaman, amenazan, chantajean, difunden rumores, pegan, roban, rompen cosas, ignoran o aíslan de manera intencionada y prolongada en el tiempo.
Es importante señalar que existe una desigualdad de poder (por edad, características, relación, etc.) y un desequilibrio de fuerzas a nivel físico, social o psicológico entre el acosador y la víctima.
¿Qué consecuencias tiene?
Las consecuencias producen en la víctima sentimientos de indefensión, sumisión e inferioridad y consecuencias psicosomáticas.
¿Cómo luchar contra el acoso escolar?
Luchar contra la violencia escolar ha de ser una constante en nuestra sociedad. El primer paso para hacerlo es, sin duda, reconocerla y no justificarla ni normalizarla. Favorecer el desarrollo de actitudes como el respeto a los demás, la empatía y la igualdad, disminuye el riesgo.
Desde la Fundación ANAR recordamos una vez más que nadie tiene derecho a pegar, insultar, humillar, ignorar, amenazar, aislar o difundir rumores sobre otra persona. Que si lo estás sufriendo o asistiendo a una situación de acoso como espectador o espectadora, debes contarlo y pedir ayuda, bien a un adulto (padres, profesores, tutores, pediatras…), bien a través del chat.anar.org, bien a través del Teléfono del Acoso Escolar, que gestiona ANAR: 900 018 018. Es gratuito, confidencial, funciona 24 horas todos los días del año y está atendido por un equipo profesional de psicólogos, trabajadores sociales y abogados.
También puedes acudir a la Fundación ANAR si eres tú el agresor o agresora, porque seguramente necesites ayuda para aprender a relacionarte de forma positiva con los demás y contigo mismo; para ponerte en el lugar de los demás y preguntarte cómo se siente la víctima cuando la acosas; para establecer unas relaciones sanas, que te hagan feliz sin necesidad de hacer daño o intimidar.
Seas el acosador, la víctima o quien tiene conocimiento de la situación de acoso, desde la Fundación ANAR podemos atenderte, hacer seguimiento del caso y ayudar a resolver la situación. Contarlo no es ser chivato: es ser solidario. No hacerlo, es contribuir a que el agresor se sienta más fuerte y más temido, y siga haciendo daño.